Vocación

Porque en la escuela es donde se cambia el mundo.

Innovación

Cambiemos la enseñanza por el aprendizaje.

Globalización

Porque la educación no se acaba en la puerta de la escuela.
 

Me van a perdonar.

martes, 1 de marzo de 2016

El pasado sábado leí un artículo en El Mundo en el que se comentaba el actual debate sobre metodología existente en las aulas bajo el siguiente titular:

Fuente: El Mundo
Soy consciente de que en nuestra sociedad de hoy el mundo del periodismo ha caído, hace tiempo ya, en el juego de conseguir muchos clics con el titular. Aún así, conociendo que seguramente fuera algo engañoso, entré a leer el artículo. Cual fue mi sorpresa cuando, tras unas cuantas líneas, vi que el titular decía exactamente lo que quería decir. En la escuela, explica, hay una guerra entre ¿autoridad y creatividad? Vaya chasco. Y yo que pensaba que era un profesor creativo... ¿significa eso que mis alumnos no me respetan? (Apréciese la ironía) Verdaderamente me quedé alucinando. pero lo peor estaba por llegar. 

Ojo al párrafo que destaco: "Los primeros -que se han autodenominado «los antipedagogos»- defienden a capa y espada el «esfuerzo», el «mérito», la «autoridad», la «disciplina», la «exigencia», la «memoria» y la «evaluación», mientras que los segundos -englobados bajo el término común de «pedagogos»,  (...) consideran que las clases magistrales han quedado «obsoletas» y apuestan más por lo que llaman «una educación del siglo XXI», con «metodologías» en las que se habla de «motivación»«creatividad»«originalidad»«integración»«coaching» y «empatía». Los primeros hablan de «enseñar» y los segundos, de «intentar que los alumnos aprendan»."

Foto: https://www.flickr.com/photos/bryansjs/
Para empezar, creo que alguien que se autodenomine antipedagogo no debería entrar jamás en un aula. Me parece que solo ya el término es de lo más inapropiado.
Dejando a un lado el tecnicismo, me centro en lo que motiva esta entrada: Es cierto que existe en la escuela una resistencia al cambio y, si se me permiten, es incluso lícito. Quiero decir que para un docente que lleva varios años en la enseñanza obteniendo buenos resultados e incluso reconocimiento entre sus compañeros, es normal que no entienda, de primeras, que haya cosas que cambiar.  Llevo un tiempo asistiendo a centros en los que comparto mi experiencia docente desde que la llamada innovación educativa entró conmigo en clase por primera vez. Creedme, conozco esa cara. "Me vas a perdonar pero no comparto tu visión" me dicen los menos. Los más no dicen nada y, con suerte, aplauden al final. Efectivamente les perdono, sin embargo, he de decir que hasta aquí llega mi defensa a los resistentes. Entiendo sus reticencias pero considero mayores las pruebas que demuestran que un colegio debe formar personas para cuando ya no estén en un colegio. 

El mundo no es ya aquel en el que se inventó la escuela moderna. La oferta de empleo del futuro no se parecerá mucho a la que hoy podemos encontrar. El cerebro humano es una máquina preparada para mucho más que para repetir conocimientos. Así que, señores antipedagogos, sean ustedes quienes sean, me van a perdonar pero seguiré demostrando que autoridad y creatividad no son antónimos. Que la exigencia, el esfuerzo, la memoria y demás valores incólumes se trabajan innovando en el aula, tanto o más que aguantando treinta horas semanales de clase magistral. Que la disciplina es mucho más que tener a los alumnos quietos y en silencio mientras el maestro, inalcanzable guardián del saber, vierte parte de su sabiduría en los tiernos humanos que le encargaron domesticar. 

Me van a perdonar, señores, no tienen razón. 

Foto: https://www.flickr.com/photos/kamoteus/